viernes, 27 de septiembre de 2013

d u l l .

Cuando hicieras lo que hicieres la rutina volcaba tu atención en cuándo ella misma desaparecería de tus días para siempre.
Obsesión adquirida por reiteración de acciones seguidas, encadenadas como si hubiese estado escrito que todo iba a suceder con un orden transitorio indestructible.
Eran tiempos de delirio, cuando mi alma no veía salida a aquel agobio ni llegada del ansioso verano.
Supuse que ese 3rd October londinense, como era habitual ver cada día el cielo gris, tampoco iba a variar nada esa vez, sin embargo, mis estadísticas desquebrantadas y rotas a trocitos irrecuperables me dieron una de las lecciones más valiosas para mi:
''Todo lo que busques, cuando dejes de ansiarlo y quererlo, llegará y lo tendrás en bandeja, sin ningún tipo de esfuerzo consciente, pues lo has deseado con tanta fuerza que el trabajo empleado no ha sido esfuerzo y la espera no ha sido conscientemente.''

Solo quería un día soleado, nada más. Que las vistas por mi balconcillo dejaran de ser en tono sepia y las hojas del sauce que abarcaba la mayor parte de mi calle me dejase entrever y reflejar los otoñales y rojizos rasgos de sus tallos secos en la pared blanca de mi cuarto. No deseaba nada más, ni siquiera tener un perro, cosa que en mi edad era bastante normal quererlo.
De pequeña, me enseñaron la canción de las hojitas en las estaciones del año, y nunca había podido ver la alfombra '' amarilla, marrón y roja'' que octubre, noviembre y sus siguientes me ofrecía.

¿Cómo podía amar de esa manera, y desde esa temprana edad, tanto el orden de las cosas, de los ciclos naturales y de las tradiciones inmortales?

Es entonces cuando aprendí a despegar mi mirada de la pantalla del móvil, y valorar en el siglo XXI, cosa que pocos aprecian, que lo real y las tres dimensiones del mundo ofrecen mucho más que los mejores aparatos informáticos del momento: SENSACIONES NOVEDOSAS QUE NO ABURREN.

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